Paula Cortes

Desde Santiago de Chile

El llamado a la #EvasionMasiva que las y los Estudiantes medios y universitarios en Chile lanzaron a mediados de este mes como consigna insurrecta contra el aumento del pasaje del metro, se ha convertido en el inicio de un movimiento masivo e irrefrenable.

Más de 45 años de políticas neoliberales aplicadas por el mejor alumno de Milton Friedman en Latinoamérica han convertido a Chile en uno de los países con mayor índice de desigualdad.

El pueblo a tomado las calles con una colorida mixtura de demandas, algunas como el animalismo o el veganismo, otras con más convergencias como el rechazo al sistema de reparto de jubilaciones y pensiones, la reforma de la Constitución -promulgada en 1980 por la dictadura cívico militar- o la reivindicación a través de banderas del pueblo Mapuche, todas, coincidentes con el pedido inquebrantable de la salida de Sebastián Piñera del Palacio de la Moneda.

Los y las manifestantes reclaman con indudable rebeldía a pesar de las políticas represivas más brutales heredadas por aprendizaje y constitución del pinochetismo, que desde el ambiente cargado de gases lacrimógenos escupidos con saña desde los “zorrillos”, carros militares, hace evidente que hoy tienen tanta vigencia como en aquel terrible 11 de septiembre de 1973.

A lo largo de la avenida O’Hiiggins que desemboca en la emblemática Plaza Italia, escenario de las multitudinarias protestas, dan cuenta de la variopinta multiplicidad de singularidades, si bien es un hecho característico la presencia de los y las jóvenes, que ante tantas iniquidades, muestran su descontento al son de las cacerolas, cánticos y consignas tan graciosas como pegajosas, mientras comparten el agua con bicarbonato -para contrarrestar los gases- y el deseo por un Chile más justo.

Al sexto día de toque de queda, que abarcó a casi todas las regiones del país, se podía escuchar un coro de voces anónimas en la oscuridad, exigiendo la renuncia de Piñera, advirtiendo que esta lucha no va a parar hasta que eso suceda.

La convocatoria a #LaMarchaMásGrandeDeChile para el día viernes 26 de octubre, corrió como un reguero de pólvora encendida por las redes sociales, aglutinando a una conmovedora multitud de manifestantes, la extraordinaria cantidad de un millón doscientas mil personas, según cifras oficiales, también una concentración de camioneros y choferes que bloquearon los accesos a Santiago contra el TAG -peajes de la autopista del Itata, que cobra 17.450 pesos chilenos la pasada de camiones, unos 24 dólares- que desangran a transportistas.

Mientras se acumulan las denuncias por violaciones a los DDHH, acusaciones por un centro de detención y tortura en la estación de metro Baquedano, violaciones y desnudamientos de mujeres, asesinatos sumarios y amenazas contra civiles por parte de militares y cuerpos represivos, la fiscalía ha desestimado las mismas pero dice que hará “diligencias”.

En este clima de alegría y desobediencia, nos atrevemos a soñar con que ese acto transgresor que iniciaran los estudiantes con la evasión de los molinetes del subte sea la analogía que nos anticipa la apertura de las Grandes Alamedas y que ellos y ellas sean los hombres y mujeres libres, autoconvocadas para traspasarlas como hubo predicho el eterno Salvador Allende.