Virginia Bolten conversó con el músico Andrés López Garraza, quién recientemente lanzó su disco “Carroñero”.  El rockero presenta un trabajo intimista con letras atravesadas por su práctica clínica. Desde esa mezcla de música y psicoanálisis, López busca interpelar la sensibilidad a través de lo que él llama “rescate de la metáfora”.  

¿Cómo empezó tu contacto con la música? 

Siempre he admirado la música. Siempre me quedé fascinado con la música. Me atrae, es un imán. Si alguien toca en la calle, me quedo imantado. A veces a contrapelo de lo que me gusta, no importa. Me deja ahí y me hace olvidar y me hace pensar, me atrapa. Me atrapa de acuerdo con la etapa que esté atravesando. Ahora hay una etapa donde yo también puedo atraparlo. No diría dominarlo porque no quiero conquistarlo tampoco, pero si quiero poder jugar con eso. Siempre tuve admiración por esos medios de producción. Por cómo una persona hacía música, cómo lograba el ambiente, la concatenación de una cantidad de cosas; velocidad, ritmo, fuerzas, intensidad, volumen, notas. Cuando las tocaba, las transmutaba en otra cosa. ¡Es una locura! Tengo mucha admiración también por algunas artistas integrales. Para mí, por ejemplo, David Bowie es una locura, estéticamente hay un dominio mayor sobre lo que es la transformación de los elementos para algo nuevo. Hay muchos que lo hacen a través de la pintura, del cine. Los de la música los admiro, a veces los odio, porque me dan envidia. A veces los quiero… en fin, así me fui acercando, de enganchado. 

Foto: Santiago Trimboli

Vos dijiste algo interesante. Eso de la transformación de elementos, lo que se junta para después transformarse en otra cosa. ¿Qué pensás que se transformó en vos a partir de tu vínculo con la música?

Mi violencia. Mis impulsos más autodestructivos. La locura. Encontraron un camino, y eso me ha transformado. Pasé a ser un loco-músico en el momento en que puse la locura dentro de una canción. Esa es la transformación que siento en mí. Hay una integración de estas cosas que no sé si tiene que ver con algo que hice. Por ahí solo pasaron 41 años. Y se nos pone en este lugar. 

Mencionaste la locura. Sos psicólogo. Cuando te escuché en la Casona de Humahuaca, vos cantabas una canción, Carroñero, y contabas la historia de la canción y que ésta estaba inspirada en una de tus pacientes. ¿Cómo se da ese proceso? Ya que recién dijiste de poner la locura en la canción. 

Cuando yo hice la canción venía de una reunión con esa paciente, que estaba sufriendo mucho. La cara, el cuerpo. Había algo muy triste. Y bueno, acá empiezan las mismas preguntas de siempre. Si es uno. Si lo real es lo real. O si es la interpretación de uno que está muy sensible y ve eso. La cuestión es que me impactó de esa manera. Y vine acá de urgencia a tocarlo. Y salió enseguida. Y no sé, quizás me lo saqué de encima. Como una especie de transmutación o transformación. Por otro lado, esas cosas son las que verdaderamente valen la pena poner en canciones. Porque son humanidades. La tristeza. En el mundo hay gente muy triste. Me imagino  quién está al lado de esa persona, puede sufrir mucho. Creo que vale la pena poner en las canciones porque estas personas están ocupando un lugar del cual todes tenemos alguna responsabilidad. Hay que hacerse cargo. No es solo para ella, porque además hay condiciones para estar muy triste. Así que agarré la guitarra y algo se puso más claro. Salió una melodía entretenida. Venía de un lugar más oscuro y me salió una melodía bastante abierta. Tal vez haya sido eso. Toqué así para sanarme. Venía detrás de eso, de una tristeza muy grande que tenía ella. Es una tristeza que se encaja frente a ella. La imagen es ella en una playa… Que llega en una balsa al borde de la playa… Ella sola. 

Más allá de tu vínculo con la música y de todo el proceso de transformación y transmutación. ¿Cómo es tu vínculo con las personas a través de la música? Desde el lugar de artista. 

Como músico es pésimo. Es difícil y conflictivo. Porque a veces la gente se junta a charlar cuando te sacaste la guitarra o por ahí algunos no quieren escuchar toda la canción. A veces hay gente que te quiere y que nunca ha escuchado alguna vez algún tema. No les importa y ni les va a importar. La gente a veces piensa que es un hobby, hay una cantidad de estereotipos que tienen que ver con la derrota cultural en general. Para mí es un éxito lo que ha logrado el neoliberalismo. Esa cosa de matar la metáfora o hasta de burlarse de ella. La metáfora, el simbolismo, el signo, la imaginación. Parece medio ostentoso lo que digo, pero creo que es así. 

Hablando de eso que mencionas, del intento de matar la metáfora, y relacionándolo con esa mercantilización de las existencias que experimentamos. ¿Crees que ese vínculo generado entre la música y las personas y de las personas con las personas a través de la música es de alguna manera político? 

Sí. Pero también se puede estar haciendo cagada. Y lo hacen a propósito. Políticamente crean una estética. Yo me siento un poco derrotado en eso porque los medios de producción los tienen ellos. A mí me pone triste eso. La derrota de la metáfora me pone mal. Lo que más me duele es la derrota de la la metáfora democrática. El relato sobre lo que es la democracia, que creo que es la forma en la que más nos gusta organizarnos. La democracia necesita un nivel de metáfora, pero también necesita signos en la realidad. Porque si no la estás inventando en tu mente delirante. Y yo veo como un montón de gente elige un camino que va en contra de estos intereses. La democracia en un intento por lograrlo. Nunca sabemos, pero cada vez dudo más. Por eso digo que los medios de producción los tienen ellos. Porque nos convencen a que nos matemos. Con la televisión, con la información, con la idea de que no hay solidaridad. Que ese país es una mierda, que la cultura es una mierda y que la culpa la tienen los que quieren cambiar las cosas. Creo que el arte es político, pero creo que hay que volver a charlar sobre cuáles son las coordenadas en la que estamos. Para que nuestro arte sea político. Porque sí hay arte apolítico, que es lo contrario de la estética. Que no es la multiplicación sino la homogeneidad. Porque la metáfora es la polisemia, la explosión de sentidos que permite que convivamos en la diversidad. Es con ese el espectro del lenguaje que tenemos que vincularnos. Hay que hacer arte a costa del gusto burgués.