Por Marcela González Marcos

Explicar lo que sucede en Afganistán no es tarea fácil, pero intentaremos abordar los puntos clave del conflicto, para poder acercarnos y comprender la toma de poder del régimen Talibán, y sus impactos a corto y largo plazo, también en lo que respecta a las mujeres, que ha sido el foco de atención a nivel internacional.

Afganistán es un territorio que se encuentra en el sur de Asia, rodeado de una geografía particular, con montañas imponentes que funcionan como una especie de muralla circundante. Está estratégicamente ubicado en la ruta de la seda, y posee grandes reservas de gas, minerales y tierras raras, siendo su fuerte histórico las plantaciones de amapola y el cultivo de opio.

El movimiento Talibán ha tomado la ciudad de Kabul y otras provincias del país, sin ningún tipo de enfrentamiento, ante la “oportunidad” que presentó el retiro de tropas estadounidenses y de la OTAN.

A partir de esta introducción nos parece pertinente analizar las relaciones geopolíticas durante los últimos años, para dejar en evidencia que no todo es lo que parece.

En principio es necesario recordar que Afganistán ha sido invadido en varias oportunidades en el correr de la historia.  Durante gran parte del siglo XIX, fue el escenario central de disputa entre los imperios británico y ruso por controlar Asia Central. Por décadas, Moscú y Londres emprendieron una lucha política que los británicos terminaron venciendo, pero a un muy alto precio. Reino Unido intentó invadir el país en tres oportunidades entre 1839 y 1919.

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En lo que respecta ya al siglo XX,  dos potencias que hegemonizaron el mundo bipolar durante la denominada Guerra Fría, se han disputado este territorio. La Unión Soviética, decide intervenir en Afganistán enviando sus tropas ante la escalada de violencia entre comunistas y rebeldes. Con el fin de “apaciguar” y controlar el caos en la región, Afganistán se convirtió en el Vietnam Soviético.  La guerra afgano-soviética se alargó diez años, y para intentar vencer, Moscú desató una brutal represión que entre otras cosas destruyó pueblos enteros y cosechas. Sin embargo el régimen soviético no logró su objetivo final y terminó retirándose del territorio en 1989.

Posteriormente EE.UU. puso en el poder a un gobierno títere pero su autoridad no fue aceptada por la oposición, por lo que estalló una violenta guerra civil. Los Talibán, apoyados por Pakistán, ocuparon Kabul en 1996. Instaurando su primer Gobierno en el país, que fue reconocido por Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Pakistán.

Finalmente en Octubre de 2001, Estados Unidos decide invadir Afganistán, un mes después del atentado a las Torres Gemelas, al considerar que Al Qaeda (protegido por Afganistán) había organizado dicho ataque, aunque luego se sostuvo que quienes estuvieron detrás fueron Saudíes y el mismísimo Osama Bin Laden. En definitiva un juego político que, como gran parte de la sociedad sabe, ha sido orquestado y financiado por el propio país norteamericano.

Pero, con estas excusas y contemplando la carta de Naciones Unidas en el derecho a la defensa, lograron invadir suelo Afgano para “controlar” al régimen opresor de dicho territorio, y “capturar” a quienes organizaron el ataque del 11 de septiembre del año 2001.

Sin embargo, sobran ejemplos para entender que estas son sólo excusas detrás de los verdaderos objetivos estadounidenses de controlar mediante bases militares, territorios donde la presencia de bienes comunes abunda. Tal fue el caso de la intromisión en Colombia, que con el supuesto  fin de combatir el narcotráfico y pacificar la región, estableció bases militares que muy lejos estuvieron de poner paz en el país.

Lo cierto es que, durante estos 20 años de ocupación, Afganistán no ha mejorado en absoluto su situación económica y social. Las cosechas ilícitas de amapola, la desaparición de economías regionales, el  aumento de la violencia, ataques, contrabando y pobreza extrema han sido el factor común en aquel lejano territorio, totalmente financiado y sostenido por acuerdos ocultos que hoy dejan ver el resultado final.

Es cierto que el sistema político y económico estadounidense y el régimen Talibán tienen sus nítidas diferencias, sin embargo han tenido también acercamientos.  Allá por los años 90, cuando los Talibán gobernaban, Estados Unidos negoció concesiones para la construcción de gasoductos que cruzarían suelo Afgano. Por lo que ni la reforma agraria, ni el contrabando parecieron importarle al régimen.

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Tras la invasión de Estados Unidos, el cultivo y la exportación de opio en Afganistán se ha multiplicado por diez, convirtiendo a este país en el mayor exportador mundial. Paralelamente, en EEUU, el consumo de opiáceos se ha multiplicado por cuatro en el mismo período, lo que evidencia un negocio redondo articulado entre ambas partes.

La religión y la mujer

Bien se sabe que el régimen Talibán (denominación que significa estudiantes), ha sido un régimen teocrático basado en los principios fundamentalistas de la Sharía, es decir la Ley Islámica -mejor dicho en una versión de la Sharía- que deviene de una lectura específica. A partir de esta sesgada interpretación, se cortan abruptamente los derechos humanos, habilitando lapidaciones en público ante el adulterio de mujeres, obligando el uso de barba en los hombres y de burka en las mujeres, realizando ejecuciones en público, prohibiendo cines, la música, televisión y  la educación a niñas mayores de 10 años.

Resulta interesante tratar de entender y analizar esta situación comprendiendo el contexto, haciendo una mirada decolonial, sin prejuicios ni estigmatizaciones que sólo conducen a una elevada Islamofobia.

En primer lugar empatizar con el hecho de lo que significa ser mujer en el Islam, y comprender que exigir una supuesta revolución feminista desde el movimiento feminista blanco occidental, no sirve ni tampoco logra llegar al fondo de la cuestión. Ser feminista en Europa no es lo mismo que serlo en América Latina, ni tampoco en el Sur de Asia.

Al momento del ascenso Talibán en Afganistán muchas personas incluyendo mujeres apoyaron al régimen, por el miedo que provoca el recuerdo de lo que ya habían vivido en la guerra civil y por la protección que creían que iban a recibir.

Lo cierto es que en realidad nunca se fueron, y como algunos analistas en el tema sostienen, se han ido preparando jóvenes en madrasas (escuelas Islámicas) con formación de corte ortodoxo y conservador, que responden a un establishment capitalista y negociante, y el que hoy sin mediaciones toma el poder.

Vale entonces hacer una analogía con la cuestión del Kurdistán, en donde por su parte el movimiento de liberación kurdo expresó su total apoyo hacia la lucha de mujeres afganas, y en donde consideran que la auto organización y levantamiento es el mejor consejo ante el machismo y la misoginia

En ambos casos vemos varias similitudes. Controlar, invadir, dividir y establecer bases militares en territorios con intereses económicos, es una nítida forma de expansión territorial, pero también lo es, distorsionar y fomentar fundamentalismos religiosos y estigmatizantes generando diferencias entre la población local para lograr el caos y enfrentamiento.

Y dos ejemplos vienen a mi mente para poder explicar esta estrategia: uno es la diferencia entre Chiíes y Suníes, dos ramas dentro del Islam, que profundizaron las potencias para estigmatizar, atacar y generar rivalidad en la propia religión. Y el otro ha sido el conflicto entre los Hutus y Tutsi en Ruanda. Mediante la ponderación de sus colonizadores europeos hacia uno de ellos, lograron un conflicto interno, que luego fue financiado por esas mismas potencias externas, dando lugar al genocidio años más tarde.

Una de las formas de lograr corromper y desmoronar a una sociedad que despierta intereses externos, es mediante la provocación de violaciones y vejaciones entre la misma población, como una nueva forma de colonialismo. Sin que las potencias extranjeras lo hagan directamente.

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Por otra parte los datos suelen ser engañosos. Porque si bien luego de la presencia estadounidense, hubo un aumento en la incorporación de niñas afganas a la educación, también es cierto que dichas mujeres decían que no podían acceder a medicamentos debido a las elevadas privatizaciones.

La vuelta del régimen Talibán ha puesto el foco en las mujeres, en la exposición y morbosidad también de sus cuerpos, en la privación de sus derechos, en el uso de la Burka, y en el sometimiento al que volverán otra vez.

Pero es necesaria una mirada mucho más profunda y decolonizadora de la situación, más allá del uso del “velo”, entendiendo que la lucha dentro de la misma religión va a ser necesaria. Las mujeres afganas vienen levantándose ante un sistema opresor hace décadas. Y Occidente no tiene porqué decidir qué es lo mejor para ellas. Es necesario comprender también que no se trata de dejar esa espiritualidad, sino más bien de poder elegir de qué forma practicarla.

Todas las guerras han tenido a la mujer como campo de batalla, y es parte de esa estrategia del colonizador de dar, no en lo más débil- porque caeríamos en un discurso patriarcal biologicista- pero en desgranar familias y sociedades enteras, logrando así desarticular la fuerza que los une, volviéndolos más vulnerables para su dominio. Una forma también de  expresión de poder, es un acto de poder que no tiene que ver con la sexualidad, sino con la apropiación. Como explica en sus análisis la antropóloga Rita Segato.

También implementan estas tácticas contra los niños, mediante la esclavitud sexual y abusos para adoctrinamiento de pertenencia al régimen. Y entender esto es fundamental a la hora de saber cómo y contra quienes es la lucha.

Estados Unidos retira sus tropas, dejando la excusa de presencia de supuestos terroristas postergada, esa misma que le ha permitido  a la alianza británico-estadounidense preparar al ejército afgano durante años, mostrando al mundo los horrores del régimen Talibán, (que comenzaron “casualmente” a partir de su presencia con sus bases militares). Estados unidos saboteó la política y sociedad afgana abriendo camino a los Talibán, cambiando rotundamente el destino del territorio, e impidiendo volver definitivamente a aquellos años 60 y 70 donde la vida y la libertad transcurrían de otra forma.

A su salida deja un territorio empobrecido y devastado,  240000 muertes, una guerra que ha costado unos 2600 billones de dólares, y una población que intenta huir ante un desplazamiento inminente hacia países aledaños, y que se encuentra en una situación de terror y desespero ante la incertidumbre de lo que viene.

Por lo demás asistiremos a una elocuente crisis humanitaria, que las políticas antimigratorias a nivel internacional aumentan, dejándose a la deriva a familias, niñxs y mujeres que tienen y deben ser recibidos en calidad de refugiados, por esos mismos países que provocaron y provocan a lo largo de la historia, dichas crisis y desarticulaciones de sociedades enteras.  

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