Empezamos en la primera entrega de esta entrevista con  Camila Zárate, candidata a la Asamblea Constituyente de Chile que se realizará en mayo, hablando sobre sus inicios y cómo la propuesta que lleva se construyó desde el movimiento ambiental y feminista. En esta entrega, desarrollaremos más sobre sus apuestas de articulación con los pueblos originarios y en contra del extractivismo.

Por Gerhard Dilger

Gerhard Dilger: En la anterior entrega nos hablaste sobre tu apuesta feminista, ahora quisiéramos que nos hablaras sobre cómo eso se relaciona con tu lucha antiextractivista.

Camila Zárate: Una de las propuestas que hemos vinculado es eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres, las niñas y las disidencias, lo que  tiene que ver con sus derechos sexuales. No solamente decidir sobre nuestras propias cuerpas en cuanto si queremos o no embarazarnos, sino también cómo queremos vernos, es decir, qué forma física queremos tener. Porque el Estado también decide respecto a eso.

Hay muchas demandas que son parte del programa, pero en lo particular a las feministas que nos reconocemos como ecofeministas también nos interesa las demandas en torno al fin del extractivismo; con eso queremos decir que queremos eliminar toda la explotación de cuerpos y territorios, entendiendo que en el momento en que existe una depredación territorial también quienes somos más afectadas somos las mujeres. Para dar un ejemplo: en las zonas de sacrificio, cuando a una comunidad se le despoja de sus economías locales, donde se obliga a los varones a ser parte de las mismas empresas que les están contaminando, finalmente: ¿quiénes tienen que hacerse cargo de la movilización, de la defensa del territorio, de los niños y niñas que han sido intoxicados, los enfermos, incluso los mismos maridos, que terminan enfermos de cáncer? Somos nosotras. Entonces, estas empresas terminan afectando a las mujeres el triple de lo que afecta a los varones.

Al mismo tiempo, está la labor en el campo: las temporeras que están viviendo bajo una forma de contratación sumamente precarizada y eso tiene que ver directamente con una agroindustria que discrimina no solamente por género, sino también de manera netamente colonial y racista en nuestro país. 

Y cómo no mencionar a la minería, donde no solamente se está destruyendo el territorio, pero también  se despoja, se contamina las cuencas de agua, se destruyen las economías locales. Al mismo tiempo las mujeres cumplen un rol relacionado con la  minería desde la cosificación de nuestros cuerpos y territorios; no podemos olvidar que al momento de insertarse la minería, también se genera una economía masculinizada, en que las mujeres terminamos sosteniendo un rol desde el punto de vista de la prostitución en estos espacios que son muy masculinizados.  

Esos son elementos concretos de cómo el extractivismo, además de depredar los territorios, depreda los cuerpos sobre todo de las niñas, mujeres y disidencias. Entonces, para nosotras también la demanda antiextractivista y la demanda por desprivatizar el agua y las semillas, para tener una alimentación que pueda nutrir nuestros cuerpos de manera sana tiene que ver con una demanda profundamente feminista. 

Entendemos que el feminismo no es solamente una cuestión relacionada con la temática de las mujeres, sino más bien la perspectiva feminista transciende a todas las temáticas de la precarización de la vida en el ámbito laboral, de la salud y en otros espacios donde las mujeres somos protagonistas y estamos organizadas políticamente para cambiar las reglas de juego. 

GD:¿Cómo imaginas que puede funcionar la colaboración en este proceso constituyente?  ¿cómo trabajan ustedes con los distintos grupos indígenas? 

CZ: Es una pregunta tremenda porque primero hay que considerar las diferencias políticas, o sea, las estrategias no son las mismas. 

Hay una estrategia que es generar un Estado Plurinacional, un Estado que contemple distintos pueblos-naciones; sin embargo, también hay otra tendencia igual de válida, que es pensar no solamente desde un mirada del Estado, sino justamente cómo generamos autonomía territorial desde el control y la autodeterminación, independiente de lo que pase o no con el Estado. Y ambas estrategias tienen que ser capaces de estar presentes en este proceso constituyente. 

El proceso constituyente no solo se construye por esta coyuntura que estamos viviendo, que se da con la  revuelta social y que finalmente termina en este proceso institucional que estamos habitando, sino que el proceso constituyente es un espacio más amplio de deliberación de territorios y comunidades que incluso podría venirse dando desde el año 2016 donde ya estábamos creando un proceso de cabildos, de encuentro, o incluso antes. 

En este sentido, la verdad es que todos los movimientos ancestrales tienen algo que decir. Tienen su propia estrategia y están dando un proceso constituyente de por sí porque están sustituyendo lo que había y constituyendo algo nuevo. Desde este punto de vista, hemos sido bien respetuosos de los movimientos en los territorios que plantean  la perspectiva plurinacional no solamente hacia el Estado, pensando una articulación de políticas, haceres y saberes desde los distintos pueblos-naciones. Entendemos y respetamos las distintas estrategias.

Ahora, en concreto, nos gustaría que la constitución estableciera un reconocimiento no solamente a las autonomías y la autodeterminación sino también a las distintas formas de hacer economía, hacer política y hacer incluso sus propias estructuras jurídicas por parte de las comunidades ancestrales.  Esto es muy importante porque en Chile hay una deuda histórica que no solo tiene que ver con una represión brutal de un país donde constantemente los gobiernos han declarado  guerra a los pueblos-naciones ancestrales, sino también una deuda vinculada con el despojo territorial tanto del agua como de la tierra. Tiene que haber una forma de reparación que incluya la indemnización que se le debe por parte al Estado a los pueblos ancestrales, lo que es parte de las reivindicaciones, y no tiene sentido un reconocimiento de papel en la constitución: se debe poner en la práctica una autodeterminación real y una plurinacionalidad.

Se viene una discusión bien interesante: se estableció, a partir de la movilización social, que habría escaños reservados para pueblos originarios. Sin embargo, se estableció que no fue suficiente en números y hay distintas teorías en cuanto a esto: hay muchas personas que militan en partidos políticos a la vez que le están apostando directamente a hacer una lista independiente y tener una representación como cualquier chilena o chileno. Será interesante saber quiénes saldrán electas y electos y en esa perspectiva y qué tipo de estrategia será llevada adelante en el debate constitucional, si es más autonomía territorial o si es desde el Estado.

GD: ¿Hay feministas en los pueblos originarios y en los movimientos originarios ancestrales?

CZ:  Se están construyendo procesos que no son fáciles: para cierta tendencia dentro de los pueblos ancestrales, está la idea que el feminismo es una práctica colonial que se viene a imponer a las comunidades. Por eso también la reivindicación de otras formas de feminismos también son interesantes: no es lo mismo un feminismo posmoderno que un feminismo de los pueblos y de los territorios. Entonces también hay elaboraciones donde la misma comunidad es quien genera ese proceso de construcción feminista, pero desde sus propias prácticas y saberes y no como las otras chilenas lo estamos habitando.

Pero con esto hay que ser justas y justos, sabemos también que hay todavía prácticas patriarcales en los pueblos ancestrales. Hay noticias que nos impactaron desde Rapa Nui, donde se legitimaba la posibilidad de violar a mujeres, y es justo decir que la lucha feminista allí es un proceso de deconstrucción. Eso lo digo incluso siendo animalista y entendiendo que hay procesos que se dan de forma lenta en cada lugar. Estos procesos se están habitando desde diferentes espacios en las comunidades y por supuesto entran en juego tensiones y no son fáciles. No esperamos que lo sean tampoco.

GD: ¿Estos procesos de diálogos entre feministas y pueblos originarios se dan en igualdad? ¿Dificulta la carga académica un lenguaje común?

CZ: Por esto decía la importancia de respetar los procesos, si desde la academia se intenta buscar un “cómo debiera ser un feminismo para los pueblos ancestrales y las comunidades” termina siendo una imposición igual. No hay una igualdad entre lo que podemos saber de feminismo desde la academia, o a través de los conocimientos a nivel mundial, frente al feminismo que se puede dar en las comunidades o territorios organizados; por eso siempre hay que tener ojo con esto, porque no hay una situación de igualdad frente a estos procesos de conocimiento. Son procesos más largos. 

GD: ¿Cuál es la diferencia que encuentran ustedes entre el movimiento socioambiental y feminista frente a estas fuerzas feministas y ecologistas que habitan los partidos tradicionales?

CZ: Muchas. La primera  diferencia sustancial es que lo que sucede hoy es una crisis política e institucional y en esta crisis todos los partidos están involucrados, casi sin excepción. Solo podríamos excluir a los partidos que se quedaron afuera del acuerdo de noviembre. Un acuerdo que fue firmado en cuatro paredes para ponerle fin a la revuelta social y calmar lo que estaba sucediendo en Chile, este despertar.

La mayoría de partidos pactaron dentro de la lógica: hasta aquí llegamos, o va a venir el alzamiento militar. Hicieron ese pacto desde el pensar: tenemos que hacer algo, hacer que las instituciones funcionen y legitimar lo que existe para seguir en el poder. De alguna manera eso también sirvió como una camisa de fuerza para Sebastián Piñera, que todos pedíamos su destitución, quien logra  un respaldo del Congreso, que también estaba cuestionado por la ciudadanía, y podían salir arrastrados en esta crisis de legitimidad de poder. Entonces, por lo mismo, finalmente terminan todos siendo parte de esta complicidad y es por eso que finalmente existe una deslegitimación total.

En ese sentir, decía que algunos partidos quedan afuera, pero de todas maneras la gente ya no se siente representada por los partidos políticos, ya los ve como un espacio de poder donde el ciudadano común, que no milita en nada, no se siente parte. Hoy la ciudadanía no siente que puede tomar decisiones, ya que la democracia está totalmente restringida. Aquí no existen plebiscitos vinculantes, la única vía de plebiscito es muy restringida: aparece en la constitución y tiene que ver con que el Presidente de la República quiera insistir con algún proyecto de ley que no haya logrado aprobar en el parlamento. Acá tampoco existe la posibilidad de mandatos revocables. Ni siquiera con Sebastián Piñera, quien tiene una aceptación muy baja. Pero como no hay herramientas, continúa en el poder.

Tampoco hay iniciativas populares de ley: nosotras podríamos iniciar un proyecto precioso desde los cabildos que lideraran la campaña contra las Administradoras de Fondos de Pensiones de Chile (AFP), y eso quedó como letra muerta porque no tiene cabida. Así como tampoco hay un  instrumento institucional que haga que esto llegue a buen puerto. 

Por ello hay un descontento total de la ciudadanía: porque no existe la cabida y tampoco viene la solución en la discusión, porque la clase política no solo se protege a sí misma  sino que, además, protege al empresariado. Un actor que genera pobreza, pero que siempre va a tener el respaldo de los partidos políticos de nuestro país. 

Entonces desde esa apuesta política es que dijimos que no vamos a ser parte de eso, y nos vamos a proyectar como siempre lo hemos hecho: desde los movimientos sociales con autonomía y en paralelo con lo que pase con los partidos políticos. 

Quisimos hacerlo desde una lista independiente con todo lo que significó, es decir: juntándonos en Navidad, Año Nuevo, pero a última hora nos bajaron. Lo bueno es que las redes sociales nos acompañaron y pudimos hacerlo. Yo llegué a la candidatura con más de cuatro mil respaldos en todo el distrito, así que fui la candidata con más patrocinio del distrito 7, que incluye Valparaíso-Costa. Eso se logró porque  la gente se concientizó y votará  independiente en la papeleta. Y claro, en términos programáticos y de contenido también nos diferenciamos bastante, por ejemplo: en la agenda ecologista hay una diferencia fundamental y es que no apostamos a un capitalismo verde o a una versión más amigable del capitalismo, sino proponemos empezar a transitar a economías post extractivistas.