No desesperes mariquita linda
No desesperes
La calle es nuestra ¡qué maravilla!
No desesperes.
Susy Shock

Carolina Acevedo

Danzando con Susy, pienso que cuando las personas escribimos o pensamos en voz alta nuestras preguntas, y empatizamos con alguien, algo de eso nos va sujetando, más aun cuando esa conexión no solo se tiene por compartir el humor o una mirada cómplice, sino cuando se comparte un sentir de dolor, de “qué hacemos con esto”, de “algo tenemos que hacer”, sensibilidad, y por eso ahora reflexiono, si mi sujeción es sentir lo que siento, pues adelante. Sumando voces.

Recuerdo unas palabras del apartado Sujeciones, donde el autor Marcelo Percia advierte «El habla del capital goza vidas haciéndoles creer que actúan como actúan por impulso de deseos que sienten como propios.»[1]. Estaré atenta, pero seguiré por aquí.

 No dejo de pensar en el cuerpo, y busco texto, frases, palabras que me ayudan a pensar en una idea.

Esto se debe a que hace unas semanas recuerdo que me comentaban sobre un travesticidio que había sucedido recientemente en la ciudad de La Plata, la Chicho fue asesinada por 14 puñaladas en la vía pública. Ese mismo día vimos un documental llamado “Los Maricones”, realizado en la provincia de Córdoba, donde varias travestis relatan sucesos que vivieron en la represión del último Golpe Cívico-Militar-Eclesiástico que sucedió en la Argentina.

En uno de dichos relatos, Agostina, una de las travestis detenidas en el proceso, recuerda sentir que quienes la detenían se sentían sus dueños, y detalla “te desnudan, te sacan la ropa (…) lo que ellos quiere ver es mi desnudez”[2]. Este elemento de la desnudez, del maltrato de sus cuerpos, se reitera en varias de las narraciones del documental.

Me queda girando ese cuerpo, esa materialidad apuñalada, humillada, golpeada. Materialidad que sufre.

De por si le existencia travesti no es solo y únicamente cuerpo, también es deseo, es sensibilidad, es un interior que siente, que se autopercibe, y de esta forma percibe al mundo.

A la vez ese cuerpo es también un medio por el cual une siente placer, abrazos, empujones, satisfacción, golpes, goce.

Me resulta clave reflexionar que al momento que esa existencia travesti pasa a mostrarse, a configurar una estética apoyada sobre la materialidad con la que cuenta, pasa a ser un hecho público, me refiere a que es un hecho compartido por la mirada del afuera.

Afuera de la interioridad, luego de la habitación, después del hogar, también afuera del grupo de amigues, y así sale a caminar, transita. Ahí el cuerpo pasa a tener otra significación, y me atrevo a decir que pasa de ser sensibilidad para ser existencia. Una existencia travesti.

Sigo buscando textos que me digan algo, y me tranquiliza muchísimo, casi como un abrazo, o como esa conexión en la pregunta, toparme con las primeras palabras de Judith Butler que dice:

«Comencé a escribir este libro tratando de considerar la materialidad del cuerpo, pero pronto comprobé que pensar en la materialidad me arrastraba invariablemente a otros terrenos. Traté de disciplinarme para no salirme del tema, pero me di cuenta de que no podía fijar los cuerpos como simples objetos del pensamiento. Los cuerpos no sólo tienden a indicar un mundo que está más allá de ellos mismos; ese movimiento que supera sus propios límites, un movimiento fronterizo en sí mismo, parece ser imprescindible para establecer lo que los cuerpos “son”.»[3]

La reflexión académica, las reflexiones teóricas a la vez no me alcanzan, necesito vivencia, cuerpo que relate, y desde ahí reflexionar.

A veces es necesariamente imperioso, no solo leer a quien habla por otres, sino a ese otre, esa travesti que se escribió. Claramente duele leer:

«Un día me desmaye en la calle, no supe porque. Desde la adolescencia tenía desvanecimiento ocasionales. Esta vez me desperté con el brazo aterido, confusa y dolorida. Me había caído sobre mierda de perro y nadie me había levantado, la gente esquivaba el cuerpo de la travesti sin atreverse a mirarla. Me puse de pie, untada en mierda, y caminé hasta mi casa (…), la desidia de la gente ese día me ofreció una revelación; estaba sola, este cuerpo era mi responsabilidad. Ninguna distracción, ningún amor, ningún argumento, por irrefutable que fuese podía quitarme la responsabilidad de mi cuerpo. Entonces me olvide del miedo.»[4] 

Caminar por la calle como acción, acto, existencia. No me es posible dejar de pensar qué sucede en un acto como el caminar travesti, aunque sé que no voy a poder abarcar con mi escritura tanta acción, aun siendo estas palabras armadas con el mayor amor, análisis y cuidado posible, buscando visibilizar, bancar y abrazar, pero elles caminan y eso es siempre más que todo lo demás.

Y ahí me surge la pregunta, entonces por qué es tan terrible para tanta personas, tan incómodo para el sentido común que un cuerpo travesti se traslade, un cuerpo disidente, no normalizado, no estandarizado, decida caminar por los espacios públicos.

Entonces me vuelvo a conmover cuando leo que el sujeto[5] que asesinó brutalmente a la Chicho declaró haberlo hecho debido a que ella le dijo “que lindo que sos”.

El mensaje que pareciera propiciarse en su relato es que debió asesinarla por atreverse ella a mencionar algo de su deseo. Ahí se puso en acción el odio, el rechazo, el desprecio que ese sujeto, como tantos otros que también cometieron un travesticidio (y otros tanto que aun no) tienen por la existencia travesti. Angustia.

Desde esta noticia se me instaló en la cabeza la necesidad de decir y decir sin parar, y principalmente reflexionar al respecto, sobre ese inmenso deseo de existencia, deseo de ser, que el colectivo travesti tiene cuando luego de haberse conocido esta noticia, al otro día nomas, salen a la calle a caminar con sus cuerpos, estéticas y miradas sobre el mundo, aun sabiendo que anda por ahí ese odio que mató y lo seguirá haciendo.

Es entonces urgente pensar sobre este cuerpo, sobre el cuerpo travesti. En mi búsqueda, me encuentro con deseos que me alojan, expresiones del texto de Guattari que se titula: “Para acabar con la masacre del cuerpo” y encuentro:

«Partiendo del cuerpo, del cuerpo revolucionario como espacio productor de intensidades subversivas y como lugar donde se ejercen al final de cuentas todas las crueldades de la opresión, conectando la práctica política a la realidad de este cuerpo y sus funcionamientos, buscando colectivamente todas las vías de su liberación, producimos ya una nueva realidad social en la que el máximum de éxtasis se combina con el máximum de consciencia.»[6]

Me pregunto qué dirá Marcelo Percia sobre esto. De por sí, no es tan fácil solo pensar en el cuerpo, y ahí caigo en que habría que sumar un apartado Cuerpos en su libro Estancias en común, y juego un poco en qué diría:

XXY

(cuerpo)

Tiene hambre, frío y nos recuerda que además hay que dormir.

¿Están con nosotres, o son nosotres?

Es lo primero que nos ven, a la vez, es lo primero que tapamos.

Opinan sobre su aspecto. Su color no les da lo mismo.

Hay un montón de formas, miles, pero según las hablas del capital, coloniales y patriarcales solo hay poquísimas.

¿El cuerpo o La cuerpa?

Luego de jugar un poco, ahí noto que ante mi complicada forma de materializar mis ideas en este texto, una forma de hacerlo fue jugando, como una forma de alivianar el peso de mis palabras, el correrme de la forma formal de responder, entendiendo esto como entonces las formas correctas, esperables y establecidas dentro de las normas.

Astucia mediante, se me viene a la mente la consigna: “Discusiones en las aulas universitarias, a veces, se estremecen con cosas que están pasando en las calles, las plazas, los estadios, las escuelas, las camas. Uno de los deseos que auxilian los tiempos que vivimos se expresa en el término empoderarse. Vocablo que se emplea para animar sensibilidades que sufren tiranías de poderes patriarcales, coloniales, capitalistas, normalizadores.

Desde esta perspectiva, tómese un momento para pensar algo sobre las tres líneas que se leen a continuación.

Quizás no se trata de empoderarse o volver adueñarse de un poder alienado. Tal vez astucias residan en intentar desapropiarse, expropiarse e inapropiarse, de todos los patrones de dominio, de todas las formas de propiedad, de todos los anhelos de posesión.

Entonces tal vez cuando decimos que no se trata de empoderarse, es interesante pensar la potencia habilitante de salirnos de lo esperable, desapropiarnos de hacer lo correcto, y en este caso, alivianarnos.

Ahí todo se conecta, porque mientras sé internamente que quiero escribir sobre un caminar travesti, me cruzo con las palabras de Boczkowski, donde sostiene: «Si “camino se hace al andar”, el folklore se combate con trampas del danzar»[7], y a la vez suena el disco de Susy (la elegí como compañera de esta escritura), ella canta «vos que tenés hembra el vuelo, te hacés guerrera en la zamba»[8]. Me estalla la cabeza.

Tal vez para continuar mi búsqueda, en lugar de leer a Judith, lo que debo hacer es escuchar y danzar con Susy. Porque en esa danza mi cuerpo se aliviana, y de esta forma construir una existencia, conectada con algo real, concreto, táctil, como bailar. No sería pensar, reflexionar, profundizar, sino, que mi trampa es parecer que “solo” estoy bailando. Pero es mucho más. Ahí está el cuerpo. Existencia.

Esto me convoca a la urgencia de poder construir una mirada que escuche, ver el grito de lo corporal, escuchar el deseo de una existencia acallada. Me resulta imperioso ver la forma de lograr estar atenta, en silencio, a las palabras de la materialidad, escuchar la materialidad. Ese es el desafío. 


[1]      Percia, M. (2017). Estancias en común. Sujeciones. La Cebra. Buenos Aires, 2017. Pág. 454.

[2]       Tortosa, D. (2016). Documental Los Maricones. Entrevista a Agostina Quiroga. Minuto 11:32 a 12:05.

[3]      Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Paidós. Buenos Aires. Pág. 11.

[4]      Sosa Villada, C. (2019) Las malas. Tus Quets. Buenos Aires. Pag. 60.

[5]      Me costó muchísimo decidir nombrar o no a la persona que cometió el travesticidio. En algún punto es él y a la vez son muchos más, por eso decido no mencionar su nombre. En el presente análisis es lo menos importante.

[6]      Guattari, F. (1973) Escrito publicado de manera anónima en la revista francesa Recherches N° 12. Pág. 3.

[7]      Boczkowski, I. (2019) Hablas emancipatorias. Dossier Jornada Grupos II. Pág. 22.

[8]      Shock, S. (2019). Traviarca, Susy Shock y la bandada de colibríes. Como de Zamba.