Natalia Gutenberg

En Argentina, a la hora de hablar de racismo, tenemos ciertas particularidades de contexto que suelen alejarnos de las discusiones que se vienen dando hace tiempo a nivel regional y mundial. Se suele decir “en argentina no hay negros” como respuesta a si somos o no una sociedad racista. Y ante la contundente evidencia histórica del poblamiento africano en nuestro suelo, se afirma: “lo que pasa es que los mataron a todos.” La afrodescendencia, sin embargo, está a la vista si queremos verla, mezclada o no en el criollismo local, ya mestizo de por sí. 

Como en todos los países del continente, la influencia africana se halla inserta en nuestras costumbres y cultura. Pero la mayor y más lamentable evidencia de lo que estamos hablando es la otra herencia de la presencia negra que también llega a nuestros días desde la América esclavista y colonial: el racismo.  A veces en forma notoria, como en expresiones del tipo “cabecitas negras”, “negro cabeza” y “negro de mierda”, pero otras veces de una forma muchísimo más sutil. Podríamos decir invisible, hasta que la detectamos y desnaturalizamos. Nuestro vocabulario está repleto de expresiones racistas de uso cotidiano que tienen origen en el pensamiento esclavista colonial del siglo XIX. Desarrollemos y analicemos algunas:

Trabajar en negro: Trabajar mucho y en malas condiciones (como los esclavizados).

Mercado negro: Mercado fuera del sistema (como los esclavizados).

Dinero en negro:  No declarado (como los esclavizados).

Ser la oveja negra de la familia: Ser un paria (como los esclavizados).

Denigrar: Acá es más complejo. Denigrar es tornar a negro. Y por supuesto, es peyorativo. Vale decir, tender a lo negro, es malo. Lo negro es malo (como los esclavizados).

Es muy importante determinar el origen del desprecio a la población negra o de origen negro. Y esto es que la conveniencia en la lógica de la superioridad de razas radica en los beneficios que conlleva la segregación, la estigmatización y finalmente en sostener en la mayor medida posible los mecanismos de la esclavitud. Incluso al día de hoy y no solo en forma simbólica. Hablamos de beneficios económicos, materiales.

Estos mecanismos se reproducen y se naturalizan, como desconectados de su significado racista, pero no lo están. Y nos convierte a todxs en parte del mismo problema; el problema del racismo. Que no es meramente simbólico o abstracto, pues se traduce en padecimientos para una enorme comunidad, y en beneficio de minorías. 

Entonces tenemos dos problemas, el de diferenciar y el de naturalizar. Volvamos a los ejemplos:

El trabajo en negro es el que exime de sus obligaciones al empleador, en relación a los derechos del trabajador. Esta mecánica, en lo absoluto simbólica, retorna prácticas esclavistas en la actualidad. Podemos pensar aquí en expresiones más coloquiales como “trabajar como un negro” o “negrear” siendo respectivamente sobretrabajar y explotar laboralmente a alguien. 

El Mercado negro originalmente representaba un ámbito de trueque, que resolvía a las personas esclavizadas el problema de la utilización del dinero, al cual no podían acceder. No estaba regulado (impuesto, obligaciones, etc) y por supuesto que era ilegal y perseguido. También denomina el mercado en el que se compraba y vendía esclavizados, el fructífero negocio de los ya mencionados negreros. 

El dinero en negro es sencillamente una expresión en la que lo negro es sinónimo de no regulado, no declarado, clandestino, malhabido. El dinero negro hace alusión a la situación irregular de los que portaban (o portan) ese color en la piel. No es casualidad que cuando los medios de comunicación actuales intentaron promover el dolar del mercado paralelo, es decir del mercado ilegal, dejaron de usar la negativa categoría de negro para usar la de Dolar Blue.

Denigrar es el negativo de blanquear: el primero se utilizaba para señalar la incorporación filial de una persona negra a los ámbitos excluyentes blancos. Mezcla interracial, que “ennegrecía la estirpe”. Denigrar es empeorar la condición.

Blanquear, en cambio, refiere a la única posibilidad de ascenso social a la que afrodescendientes y originarios podían llegar a acceder; tener hijos con una persona blanca, para ir “mejorando la raza”, blanqueandola. 

El mismo caso tienen los terminos oveja negra, lista negra, lado oscuro: lo negro siempre es lo malo. 

Aparentemente, se ha avanzado mucho en la condición de igualdad de las distintas comunidades oprimidas, en este caso la comunidad de negros, en el mundo. Pero tenemos que distinguir entre políticas de inclusión y políticas de justificación. Las políticas de cupos nos hablan de eso; porcentaje de personas, negras en este caso, dentro de la norma hegemónica. ¿No estigmatiza también? Acudimos a un cupo porque la igualdad de integrantes per se no existe. 

Hay millones de síntomas de racismo en nuestra realidad, que instalamos, naturalizamos, reproducimos, sin costo para nosotrxs. Pero con un costo altísimo para las personas negras que quedan confinadas a una realidad de dificultades infinitamente mayores que las de una persona blanca. En un mundo que pregona la meritocracia como estandarte de justicia y progreso, la desigualdad de condiciones pone cada cosa en el lugar que corresponde a los intereses del capital. Mano de obra barata para unos, siempre muchos, los negros del mundo. Progreso para otros, que siempre son pocos, y blancos. 

Entonces, qué hacemos con todo esto? Es importantísimo empezar a detectar. Que nos llamen la atención estos síntomas de naturalización de lo racista, estos actos lastimosos para los no incluidos. Detectar que son dañinos y que colaboran con un sistema perverso. Modificar estas conductas, estos mecanismos. No callar. E intervenir en el desmantelamiento de este entramado racista que sostiene un sistema de explotación neo esclavizante. Para empezar. Y entender que no se trata de actitudes o voluntades individuales. El sistema racista con fines ulteriores económicos es corporativo. La resistencia debe ser colectiva. Debemos militar una sociedad no racista, que naturalice la igualdad, sin distinciones. Motivados por el deseo, no por la culpa. Y prefiguremos ese mundo que queremos todxs. 

Bibliografía: 

Ribeiro, Djamila –  Pequeño manual Antirracista. Buenos Aires Mandacaru editorial, 2022.