Editorial

Inés y su compañera, Ana, fueron víctimas de un intento de lesbicidio el pasado lunes (03 de marzo) en el barrio de Once. El hecho fue perpetrado por vecinos del mismo piso que ellas que actualmente se encuentran en libertad. 

“Ana había bajado a comprar, yo me quedé en casa, nosotras vendemos empanadas, estábamos por empezar la producción”, nos explica Inés antes de relatarnos el ataque. “De pronto escuché gritos, gritos de ella en el pasillo del edificio. Salgo y encuentro al vecino de al lado —de quien ya habíamos recibido agresiones verbales y amenazas— que le estaba pegando salvajemente con un palo.” 

El agresor es Julián Gabriel Yanes Baffi. Había ingresado al edificio detrás de Ana y en las escaleras -a la altura del piso de ambxs- la atacó a palazos por la espalda. “Yo me metí en el medio, intentando calmarlo, sin entender la situación. Nos siguió pegando al grito de las voy a matar, lesbianas de mierda”. El hecho adquiere mayor gravedad aun cuando el agresor saca un cuchillo de su pantalón e intenta apuñalarlas, generando varias heridas en ambas mujeres que forcejearon con él para salvar sus vidas. En algún momento el padre del agresor, Miguel Ángel Yanes, salió de su departamento y, lejos de intentar contener a su hijo, se sumó al ataque golpeando en la cabeza a las mujeres con un jarro que traía. 

Un llamado al 911 trajo a la policía al lugar y a personal del SAME. “Ana tiene partido en tres partes el lóbulo de la oreja, un puntazo en la cabeza, yo tengo una herida de cuatro puntos en el codo. Las dos terminamos llenas de moretones y sangre por todos lados” dice Ines quien recuerda las últimas palabras del agresor principal antes de ser detenido: “te queda linda la carita roja”. 

Ambas fueron atendidas en el hospital Ramos Mejía y posteriormente realizaron la denuncia. Sin embargo, la causa fue calificada como heridas leves, algo que para ellas no hace honor a la verdad y las deja demasiado expuestas. “Nosotras queremos que se cambie esa categoría a intento de asesinato, porque es lo que fue; si yo no llegaba la mataba” explica Inés. “¿Cuánta distancia hay entre el lóbulo de la oreja y la yugular? Milímetros. A mí me abrió el codo porque puse el brazo, sino entraba en el abdomen”

La situación de Inés y de Ana de aquí en adelante es por demás preocupante, ciertamente están viviendo un infierno; los atacantes —que permanecieron detenidos 24 horas— no tienen una orden de alejamiento, pues viven demasiado cerca de las víctimas. “Trato cordial” para con sus vecinas es lo único que se les exige. La pareja no tiene la opción de mudarse, esa es su propiedad, su única casa, pero se sienten en peligro constante. Incluso la Jueza del caso les advirtió sobre la posibilidad de que, ante la denuncia, los agresores se pongan aún más violentos. 

Para Julia Martinez, que acompaña a Ines y a Ana como activista del Colectivo Mujeres Libres, las palabras de la jueza revelan el total conocimiento que tiene la justicia sobre el modus operandi de los lesbicidas y femicidas. “Recordemos el caso de Barracas, también fue un vecino el atacante. Y eso dice mucho. La propia comunidad como lugar de peligro”. Julia tomó contacto con este caso en la Asamblea Antifascista Antirascista LGTBINBQ+ a la que Ines acudió en desesperado pedido de ayuda. Inés no se define como militante, mucho menos partidaria, pero le parece nítido que las constantes declaraciones del gobierno actual y sus políticas de Estado en temas de género habilitan —y hasta incentivan— este tipo de accionar en la sociedad. “Hay menos miedo a agredir, a discriminar, hay un discurso de odio diseminado como semillas” explica.

Lamentablemente este no es un caso aislado; las agresiones contra personas LGTIBNQ+  se incrementaron notoriamente en los últimos meses, y muy particularmente los ataques trans y lesbofóbicos. No es sólo una cuestión de odio, sino del amparo que este encuentra en la naturalización. Ines ejemplifica esta idea reproduciendo lo que otro vecino le dijo al día siguiente de lo ocurrido, “que bardo que armaron ¿por qué no se pelearon afuera?”. Como si se tratara de un conflicto entre vecinos, y naturalizando que, acaso por lesbianas, tuvieran que defenderse solas. Como si no se hubiese tratado de un ataque, premeditado y con arma blanca, contra la integridad de ambas, y no de una pelea vecinal. 

Celebramos que Ana e Inés hayan sobrevivido al ataque, pero nos negamos junto a ellas a calificar de “heridas leves” lo que sufrieron, físico y psicológicamente, y el pánico cotidiano con el que tienen que vivir. Necesitamos desnaturalizar activamente esta violencia creciente y dirigida. Inés Zarantonello y Analía Coceres no están solas, y les invitamos a difundir y dar visibilidad a su situación.