La disputa por las narrativas se hace evidente en este espacio-tiempo. En el intento de borrar las “ideas políticas” consideradas por el gobierno como un mal a ser combatido a través de un proceso que denominan desideologización, es parte constituyente del ideario reaccionario colectivo. Este proceso es llevado a cabo por los medios masivos de comunicación que implantan la desinformación –o la información que sea conveniente a los patrocinadores de turno. Sin embargo, estas informaciones sin hecho o materialidad que le pueda dar causa no son tan importantes como la difusión de ideas –en su contenido, pero también en su forma– que naturalizan ciertos discursos que a muchxs les parece absurdo, pero que para muchxs otrxs es una validación de sus propios pensamientos. Hay una identificación y también una representación.

La apuesta en la despolitización como estrategia de encubrimiento de la responsabilidad del Estado por el desaparecimiento de Santiago Maldonado parece dar resultados. Después de casi tres meses de búsqueda y mucho dolor –dolor que todavía sigue y seguirá en cada marcha por la memoria, verdad y justicia–, el cuerpo de Santiago fue encontrado. Sin embargo, esto no significó una tregua ala tortura que la familia de Santiago viene teniendo desde del 1 de agosto. El hecho de no callarse frente a la injusticia, de denunciar a las arbitrariedades, la selectividad en las investigaciones, el desprecio del Estado sobre el caso y por no dejarse secuestrar por ninguna entidad resultó en castigo a la familia en lugar de un cuestionamiento sobre los culpables. El hostigamiento proveniente de diferentes medios y formas, la violencia mediática, el sarcasmo por parte de las autoridades políticas –a resaltar las declaraciones de la Ministra Patricia Bullrich– y la batalla por descalificar el reclamo legítimo de una familia en la búsqueda de su ser querido nos es muy distinto de la tortura impuesta a los familiares de lxs desaparecidxs en la época de la dictadura militar-civil-empresarial-eclesiástica.

El día 18 de octubre, parecía ser el inicio del fin de la agonía de la familia y también de una parte de la sociedad que se veía conmovida e indignada con los intentos de desvíos de información y criminalización de la comunidad Mapuche y de la familia de Maldonado. No obstante, este fue el inicio de más de una ola de ataques donde se evidenció como los medios masivos de comunicación y los intereses de distintos partidos políticos llegan a socavar la capacidad cognitiva de la población, construyendo una verdad impuesta.

La confusión, los chistes, la miseria moral y ética deflagrada en los distintos medios de comunicación, a los cuales su existencia se debe a los negocios a través de la capacidad de manipulación, también desvelan una crisis importante en el seno de la sociedad. No basta la utilización distorsionada de los hechos como objeto de marketing y las disputas electorales, que siguen la misma línea sin escrúpulos,secuestrando los reclamos legítimos para garantizar su éxito. En líneas generales, es una disputa por el poder, sin filtro y que, con la posibilidad de llegada masiva a través de las redes sociales –como ya mencionamos en otro artículo de Virginia Bolten– construyen un sentido común de otredad.

Foto: Julieta Sou

Es decir, no solo la despolitización es el factor estructurante en la construcción de las narrativas vacías de contenido concreto y/o empírico, es también el individualismo, meritocracia y el narcisismo a tal nivel que lo que realmente importa es ser lo más gracioso, conquistar más popularidad, sin importar la forma. Mientras tanto, se avanza en las medidas de intolerancia– tanto por parte del gobierno como por parte de sociedad que lo consolida– a los reclamos sociales, poco a poco se percibe la tibia respuesta en las calles y la constitución de un ser político activo, policial, represivo y ajusticiador por mano propia. En las últimas manifestaciones, quienes frente a la ficción de la realidad, decidieron manifestarse en forma distinta o quienes se vistieron de negro y estaban encapuchadxs, fueron vistxs como personas infiltradas y a quienes deberían correrse de las marchas. La normalización de los métodos de protestas indica que solo es legítima una forma, protestar como lo hace la clase media blanca; hacer asambleas, discutir por redes sociales, descargar la bronca con gritos y volver pacificadxs a casa.

El discurso del miedo y la apropiación de las convocatorias por parte de distintas organizaciones no es un factor menos preocupante. En un contexto de descredito en las instituciones y la democracia, llamar a responder en las urnas como única forma de acción política no basta. Argentina es un país que celebró en las calles la guerra de Malvinas y legitimó un gobierno militar en el festejo de una copa mundial de fútbol. Las calles también fueron un lugar de frenar el autoritarismo y la violencia del Estado. El llamado de reclamar en las urnas es profundizar la despolitización por medio la “conciencia ciudadana”.

Santiago hoy es parte de nuestra historia –junto con tantas y tantos quienes también sufrieron desaparición por el terrorismo del Estado–, pero también es la exposición de lo que pasa en las instituciones y de cómo se manejan los que gobiernan. Es la demostración cruda y acreditable de donde estamos como sociedad. Qué el dolor de la muerte de un compañero pueda también ser un llamado a la reflexión. Lo que nos preguntamos desde Virginia Bolten es: ¿Es posible que la tortura y el asesinato sean democráticos?