En un espacio-tiempo, aquí y ahora, pensar el alimento como forma de re-existencia en un territorio de sensaciones, emociones y reconocimientos. Así, la cocinera y artista María Furnari nos invita a navegar por este texto que tendrá tres entregas (puedes encontrar la primera parte aquí y la segunda aquí) y que promete llevar la persona lectora a un mundo bonito dentro del mundo de incertidumbres que nos toca vivir todes juntes, aunque distantes.

Cocinando-Nos (PARTE III de III)

Por María Furnari

La cocina siempre nos acoge, nos agarra y nos hace un “en casa”.

Claro que ya no seremos los mismos. Las cocinas irán cambiando, las mesas serán más o menos habitadas, este temblor, esta fragilidad del tiempo, de la vida y la muerte, mueve todo, no sabemos cómo quedaremos parados o de qué lado, todo puede ser un supuesto, un tal vez. El futuro no lo conocemos. 

Lo que sí sabemos es que existe un territorio cerca nuestro, que siempre estará y que es la cocina. Necesitamos comer al igual que amar y ser amados, que desear y ser deseados. Es un vínculo, un lenguaje, un signo universal. Como también es un lugar donde se resaltan las diferencias sociales y políticas, porque decir cocina también es decir hambre. Por eso es tan necesario en este tiempo, no ver solamente el link de los cocineros, sino también todo lo que rodea a ese alimento, a esa cocina. Escuchar atentamente nuestro hambre para poder acercarnos al hambre de quien me rodea, de quien hace comunidad conmigo, con el vecino, con el amigo o el desconocido, con el loco, con el preso, con…

Pienso en la palabra comensal. Esta palabra viene de -com: comunidad o con otro, y -mensal de mesa. Una mesa comunitaria, una mesa con otro. Ojalá podamos encontrarnos como comensales, ojalá podamos crear una cocina sin recetas, ni métodos, ni reglas establecidas y nos encontremos con una cocina llena de preparaciones, donde siempre sean posibles nuevas combinatorias, donde podamos integrar nuevos elementos. Preparaciones donde esté activa la memoria; necesitamos de ella. Es una huella, un lugar, una esencia que trae un recuerdo, como las magdalenas de Proust. Aquel aroma que nos transporta en el tiempo, que nos lleva a un pasado, pero que también nos para en un presente. Y desde ese presente, si queremos y podemos, tenemos la opción de cambiar los mapas prefigurados, aquellos lugares que estaban establecidos como recetas únicas, sin considerar todo lo que se construye dentro de ese territorio llamado receta, llamado cocina, llamado alimento, llamado cuerpo.

Siempre son posibles nuevas combinatorias. La cocina es una gran olla deseosa de ser habitada por varios saberes. En fin, y tal vez, este texto está lleno de tal vez, la incertidumbre me sigue en las palabras. Me iré a cocinar. Como dice Charly, cuando los largos viajes llegan a su fin, uno piensa en hogar.