Carolina Acevedo

“Estamos en medio de una pandemia”, se escucha todo el tiempo. Es la misma para todo el planeta, pero acá en la Ciudad de Buenos Aires es muy distinta para cada une.

Algunes están preocupades, pensando en cuándo van a volver a su centro de belleza, al gimnasio o a esa cafetería que tanto disfrutaban en los paseos por la ciudad, junto a sus caniches disfrutadores de alimentos balanceados. Otres están viendo cómo hacer para llegar a fin de mes, cómo sostener el servicio que prestaban, transformándolo en virtual y poder pagar el alquiler, las expensas y los impuestos. Se escucha por ahí que están prorrogando pagos, todes arman cuentas en sus cabezas.

Para otres el escenario es bastante más complejo, están viendo junto a sus vecines del barrio, de su pasillo, cómo hacer sin la changa que venían haciendo. Cómo comer hoy si ayer se terminaron los fideos y están quedando pocas papas. Se cruzan con su vecina, que también está preocupada, saben que esta semana la cena y el almuerzo se van a complicar.

Entonces, llegan los rumores que están entregando comida en tal sitio, en algunos lugares reciben donaciones y las reparten en el barrio, hay que anotarse en listas y llevar el DNI, hay que ir temprano a hacer fila. Se dice que los lugares están viendo la forma de aumentar las porciones, pero hoy solo tienen eso.

Están sucediendo muchas cosas, agota de por sí enumerarlas, imaginemos vivirlas.

En el territorio, les que necesitan el mango, se preguntan cómo hacemos, cómo comemos, cómo compramos el jabón para lavarnos las manos y no enfermarnos.

Mientras todo esto se me pasa por la cabeza, quiero escribir, quiero pensar en voz alta por medio de las teclas. Buscando ideas que me abracen, que me digan “es por acá”. Me cruzo con el título de una nota, que dice: “Para qué sirve el feminismo en tiempos de coronavirus”, entonces vinculo todo.

Se me viene a la cabeza un flyer que acabo de ver y que decía: “Con tu ayuda, podremos garantizar que la compañera que está lejos de sus hijxs pueda seguir en contacto con ellxs; que lxs compas que no tienen ya acceso a comedores por el aislamiento, se hagan igual de un plato de comida, bolsones de mercadería, medicamentos. Que la huerta de nuestra casa colectiva siga funcionando. Por eso, hoy más que nunca, te agradecemos que formes parte con tu aporte de nuestra red feminista de cuidados”.

La publicación es de No Tan Distintas, un espacio afectivo-político de contención y aprendizaje pensado para y por mujeres y disidencias sexuales en situación de calle, buscando una transformación singular y colectiva.

Me tiento y hablo con Daniela Camozzi (integrante del espacio) que me cuenta un montón de cosas. De todo eso, en mi cabeza me queda resonando:

“… en cuanto a cómo afectó a nuestro activismo la pandemia, lo afecta en varios sentidos, lo afecta mucho, pero a la vez potenció las redes, porque lo que se hace es confiar mucho en las redes que ya estaban, estoy pensando en las redes feministas, y nosotras que estamos en esa tensión entre el riesgo del peligro de la situación de calle de nuestras compañeras, y la potencia de los feminismos, ahí hay una interseccionalidad muy importante, que podría denominarse feminismos populares también, esas redes se potenciaron, se fortalecieron, las estamos activando mucho desde la virtualidad…” A la vez, Daniela me cuenta sobre la preocupación que les genera al espacio, las compañeras que no están cubiertas por las redes virtuales. Me recuerda que el último censo realizado a finales del año 2019 evidenció números angustiantes.

En la página del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), se informa que: “El primer dato general es que hay 7251 personas en situación de calle. De ellas, 5412 no tienen acceso a paradores, ni a establecimientos con convenio con el gobierno de la ciudad, es decir que duermen en la vía pública. El 80% son varones, el 19% son mujeres y el 1% declara ser travesti o trans. 871 son niñes y 40 son mujeres embarazadas.”

Hace pocos días, y por motivo de la pandemia, se publicó un compilado de escritos (del cual elijo omitir su título de portada, como posición política y necesaria), en el cual distintes pensadoras y pensadores reflexionan sobre esta situación mundial tan particular. Judith Butler advirtió: “La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo”.

A la vez, se me viene a la mente un word de siete páginas que hace poco me había llegado por whatsapp. Se trata de una gran recopilación de información sobre distintos espacios, sus convocatorias de donaciones y datos bancarios para hacer transferencia.

Entonces pienso, es claro que las redes por algún lado se están entramando.

Ante las ganas de saber más, logré comunicarme con uno de los realizadores de ese potente compilado, Nicolás Cuello, quien junto a Lucas Disalvo, ambos investigadores y activistas, armaron el documento en conjunto.

A mi pregunta sobre qué lo impulsó, Nicolás me contó: “fue tomar una posición política, pensar en la distribución del dinero y en las formas de reparación comunitaria. En las microeconomías como una forma de sostenimiento, y no como un llamado a la caridad, sino efectivamente pensar la distribución económica y la inversión de capital no retributiva como una forma de solidaridad, como una forma de apoyo mutuo, en una línea de autosustentabilidad y justicia que creemos que es urgente y necesaria”

A la vez, agregó un dato crucial: “hay una característica muy importante dentro de las comunidades sexuales que construimos y que habitamos y es que hay zonas de marginalidad y hay grados de exposición de la precariedad, que se profundizan y que quedan al margen de esta mirada y de esta necesaria asistencia del Estado para atravesar económicamente un periodo como el que estamos atravesando”

Al tomar nota de sus palabras, recordé lo que alguna vez dijo Angela Davis, activista afroamericana, antirracista y feminista, en una conferencia ofrecida en la Universidad de Costa Rica, en el año 2018: “asumimos que el coraje es individual, pero mi experiencia es que el coraje es colectivo, se trata de la conexión con otras personas, se trata de la comunidad, aun cuando enfrenté la pena de muerte, no me sentí sola”.

Entonces, me llega el mensaje de Laura Duarte, otra gran militante feminista, integrante de la Asamblea Popular Feminista, que me comparte el flyer del Comedor Sin Fronteras de la villa 21-24, que dice: “Frente al avance del virus seguimos juntando donaciones y aportes económicos para nuestro comedor que sigue funcionando toda la semana”.

La Asamblea Popular Feminista es un espacio político abierto que surgió de la necesidad de organizarse a fines de 2016, con una primera propuesta de asamblea en la plaza de Boedo, donde se dio el encuentro de mujeres independientes y organizades de espacios culturales, sociales y políticos de la Comuna 5, logrando hasta la fecha hacer visibles problemáticas y desafíos urgentes, autogestionando estrategias para superarlos y exigiendo, a la vez, justicia por las víctimas de femicidio, lesbicidio y travesticidio, al recodar, concientizar y prevenir desde “Corazón Territorio” los peores flagelos de la violencia machista.

Charlando con ella, Laura me clarifica: “Esta situación de pandemia en lo que más afecta es no poder juntarnos, en mi caso, me genera la impotencia de tener que accionar cosas a la distancia. Al tener un hijo a cargo, no estoy saliendo y a la vez pensar acciones de manera “remota” no me resulta muy fácil. Igualmente lo que hicimos fue sistematizar los recursos locales, los comedores, asistencia en salud mental, en Interrupción Voluntaria del Embarazo, en violencia de género, donaciones, entre otras, al mismo tiempo, estamos buscando formas de ponerlo en común, de socializarlos. Desde la Asamblea también participamos en el armado de un Spot con información valiosa ante una situación de violencia.”

Luego concluye: “Lo que motiva es la solidaridad y la necesidad que esta información circule y llegue a quien la necesite. Sostengo que la pandemia en algún punto fortaleció y agrandó las redes existentes, además de las que ya venían funcionando”.

Después de todo esto que les compañeres pusieron en la mesa, me respondo a mí misma que por todo esto es que deben existir las militancias, el feminismo popular y los movimientos Queer, para armar redes en momentos de urgencia, para seguir articulando y bancando a las poblaciones más vulnerables. Porque ahí estamos, ahí estaremos siempre, en la búsqueda de lo necesario, en el abrazo virtual que nos acerca lo que no tenemos, en el asesoramiento que hoy más necesitamos porque estamos encerrades. Ya más tranquila cierro la nota y me exijo seguir agitando y armando redes, porque para eso existimos, para organizarnos y luchar siempre.

Aun así, no me olvido de lo que dijo María Galindo, en el compilado, citado más arriba: “El coronavirus es la eliminación del espacio social más vital, más democrático y más importante de nuestras vidas como es la calle, ese afuera que virtualmente no debemos atravesar y que en muchos casos era el único espacio que nos quedaba”. Desde ya estaremos atentas, pero de algo estoy segura, aun sin las calles, las redes son nuestras.