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Las empresas que lucran de la muerte en Expodefensa

La última semana de noviembre tuvo cita en Bogotá uno de los mercados de muerte más importantes de Suramérica: Expodefensa. Como es el caso de otras ferias de su tipo, esta es organizada por el Ministerio de Defensa de Colombia, el cual con el lenguaje de la época pandémica encuentra este espacio como parte de “una reactivación económica segura”. Pero detrás de ese discurso de moda, el mismo ministro deja claro que es un “escenario idóneo para presentar la oferta de productos y servicios del Sector de Defensa colombiano y para conocer los portafolios de la industria mundial”. Defensa… el eufemismo contemporáneo usado por los gobiernos del mundo para hablar del mercado de la guerra, la violación de los derechos humanos y la muerte. Eso queremos demostrarlo a continuación, tomando como ejemplo algunas de las empresas que han tenido un puesto en dicha exposición.

Empresas que han vendido armas de uso contra manifestantes

Hace pocas semanas se cumplieron dos años del asesinato por parte del Escuadrón Móvil Anti Disturbios, ESMAD, del joven Dilan Cruz, el cual se manifestaba en una de las calles en medio del Paro Nacional de noviembre del 2019. En esa ocasión el capitán de la policía, Manuel Cubillos, disparó una munición Bean Bag (una bolsa llena de perdigones) desde una escopeta calibre 12. La munición es vendida por Combined Systems INC que no es participante en esta ocasión, pero lo ha hecho en pasadas versiones de la feria. Las escopetas son producidas por la empresa italiana Benelli Armi y comercializada también por BDR Beretta Defense Technology, ambas presentes en pasadas versiones de la feria.

En ese Paro Nacional, en las manifestaciones contra la violencia policial en el 2020 como en el Paro Nacional del 2021, el Estado colombiano reprimió mortalmente las manifestaciones con armas que en el mercado de la muerte/defensa se conocen como de “letalidad reducida”. Estos son gases lacrimógenos, granadas aturdidoras, munición de goma y otra serie de herramientas para herir, que en varios casos han demostrado causar muerte. Los gases lacrimógenos que se usan en Colombia son comprados a la empresa Combined Systems y a la brasilera Condor Non-Lethal Technologies, la última confirmó su presencia para este año. Además de muertes producidas por la inhalación de los gases, como fue el caso de Jovita Osorio en el 2021, los cartuchos de estas armas son lanzados ilegalmente por la policía de forma horizontal, y no parabólica como deberían. Debido a esto, cientos de manifestantes han sido heridos, donde las heridas oculares resaltan por su cantidad.

Un informe conjunto de Amnistía Internacional, la ONG Temblores y el Programa de Acción por la Igualdad y la Inclusión Social (PAIIS) de la Universidad de los Andes, denunció que el accionar del ESMAD deja más de cien personas con heridas oculares, de las cuales doce casos son de trauma ocular irreversible (ocho de ellos en el marco del Paro Nacional del 2021). De los más de cien casos el informe deja nítido que al menos 18 fueron producto de gases lacrimógenos y muchos otros producidos por balas de goma. Proveedoras de estas municiones consideradas de “letalidad reducida” que estuvieron presentes en esta edición, son la empresa búlgara Arsenal 2000 y la estadounidense Tactical Superiority. En el pasado se presentó en esta feria la empresa turca Turac Dis Ticaret Limited Sirketi que provee de balas de goma usadas para atacar manifestantes.

Además de municiones, se presentaron empresas que equipan a las fuerzas antidisturbios; este es el caso de la israelí SK Group quien anunció su “revolucionario traje ligero antidisturbios GAl”, la brasilera Iveco Defence Vehicles con sus vehículos antidisturbios igual que la israelí Plasan. Esta última ha vendido al Estado colombiano vehículos denominados Sandcat que han sido sacados a las calles durante los paros del 2019 y 2021 para atemorizar a los y las manifestantes.

Otras armas y tecnologías usadas en la guerra del Estado contra la gente

En la noche del 8 de septiembre del 2020 agentes de la Policía Nacional de Colombia fueron grabados en una situación que ya se sabía recurrente, pero de la cual no habían tantas evidencias visuales; luego que detuvieran en estado de alicoramiento a Javier Ordóñez le torturaron con una pistola de electricidad conocida como Taser, tras ello lo golpearon hasta asesinarlo. Esta arma había sido promocionada justamente un año antes por la empresa Axon, la cual se volvió a presentar año.

No son solo armas físicas las que se comercializan allí, cada vez tiene mayor peso el mercado de la ciber vigilancia y la tecnología de espionaje, los cuales cada vez es más público el conocimiento que se usan para hacer seguimiento a periodistas, defensores de derechos humanos y políticos de la oposición, como ya lo han demostrado los distintos casos de interceptaciones ilegales y seguimientos conocidos coloquialmente en Colombia como Chuzadas; dentro de las empresas que venden productos de este tipo están: Cellebrite, Cognite, Data Tactical Management, Elbit o Rafael.

Teniendo en cuenta los relatos previamente descritos es posible afirmar que Expodefensa es una feria que facilita el acceso a armas, tecnología y conocimientos que se usan posteriormente para la represión y violencia contra el pueblo colombiano. Por eso y más razones, organizaciones antimilitaristas colombianas hicieron un llamado a manifestarse en contra de esta feria el 1 de diciembre de 2021 a las 2 de la tarde en la entrada de la Av Esperanza del centro de convenciones Corferias. El llamado realizó acciones directas no violentas, que demostraron el rechazo a la presencia de estas empresas que lucran con el asesinato y heridas de los y las colombianas.

 
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En Estados Unidos se discute la abolición de la policía

Foto de Bruno Federico

Oscar Vargas

El asesinato del afroamericano George Floyd ha visibilizado una discusión que hace décadas mantienen personas y grupos en Estados Unidos: la imposibilidad de la reforma a la brutalidad policial y, por lo tanto, la necesidad de acabar con la policía. Dichas discusiones se han dado ya hace varias décadas, reactivándose recientemente luego de motines populares provocados por sucesivos asesinatos de afroamericanos. Intentando apagar la rabia, el Estado ha construido un discurso de revisar la actuación de sus servidores, sin embargo, pasa el tiempo y las intenciones gubernamentales poco cambian la realidad.

No extraña que sean justamente las y los afroamericanos quienes hayan liderado estas discusiones y que el legado de la esclavitud en el país del norte defina fuertemente la política actual; ya Angela Davis ha planteado que si la pena de muerte existe aún en el siglo XXI es por la naturalización del asesinato de esclavos que buscaron liberarse siglos atrás. Así mismo, las ideas abolicionistas vienen del movimiento que buscó acabar de raíz con esa condición de propiedad de hombres blancos sobre negros. Por eso, entre otras cosas, es que los y las descendientes del pueblo esclavizado recuperan la misma noción de abolir, porque ya saben que hay momentos de la humanidad en que hay que empezar de nuevo para respetar la vida.

Buena parte del movimiento abolicionista actual justifica sus ideas en que desde hace años se dieron una tras otra comisión de investigación con resultados insuficientes para frenar los asesinatos causados por policías; sucesivamente se determinó promover reeducación incluyendo políticas antisegregacionistas, incluir cámaras corporales en procedimientos, alentar al ingreso de afroamericanos a las unidades e integrar el cuerpo policial con las comunidades. Todo eso se intentó hace años en Minneapolis, donde asesinaron a Floyd, y a pesar de ello la impunidad se mantuvo. Los policías asesinos saben que en los juzgados tienen pocas opciones de perder, y en parte porque su figura de autoridad es respaldada por una opinión mayoritaria que justifica la necesidad de ellos, con el fin de garantizar la seguridad; gran sofisma sobre el que se justifica la violencia institucional.

Sin embargo, organizaciones como el proyecto NIA plantean dejar de usar a la policía para enfrentar la inseguridad, volviéndola obsoleta con otras medidas: trasladar los recursos que se pierden en ese cuerpo armado, reinvirtiéndolos en salud, educación, vivienda y en general bienestar social. De hacerse esto cada vez habrá menos necesidad de policía y por lo tanto a largo plazo será obsoleta. Pero no solo allí está la apuesta; muchos discuten la necesidad de contratar en cambio a trabajadores del cuidado que reciban los salarios que ahora tienen asesinos policiales, de tal forma que puedan no solo intervenir cuando sea necesario sino prevenir al identificar problemas dentro de las comunidades.

Resultado de este activismo por años ha logrado que en las manifestaciones de las recientes semanas se visibilice el lema “Defund the police” que justamente recoge una de las propuestas del movimiento abolicionista: desfinanciar a la policía. Parte de este llamado viene del interior del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan), quienes denuncian que el incremento del presupuesto a la policía lo único que ha garantizado es más represión y asesinatos por parte de este cuerpo armado. Solo para entender esto, hay que reconocer como en los Estados Unidos hay días que la policía mata a más personas que las que en un año son asesinadas por estos cuerpos en otros países; por ejemplo, en los primeros 24 días del 2015 la policía de ese país mató a más personas que las asesinadas por la policía en Inglaterra y Gales en 25 años.

El llamado a la desfinanciación también ha sido hecho por otras comunidades; la American Friends Service Committee (Comité de servicios de los amigos americanos), organización religiosa que promueve la no violencia en ese país, lideró una petición a la que se unieron más de 5000 personas con este propósito. Su secretaria general afirmó que: “Esta no es una cuestión política. Esta no es una pregunta presupuestaria. Esta es una pregunta moral… el alma de nuestra nación está profundamente herida, y este momento nos ruega que tomemos medidas valientes… Nuestra fe nos llama a decir la verdad al poder y desafiar a las instituciones culpables hasta que las vidas de nuestros hermanas y hermanos negros, morenos e indígenas sean igualmente valorados”.

Mientras cientos de activistas en las calles de Chicago, Seattle, Boston o Nueva York siguen proponiendo que el problema no es transformar la policía sino acabar con la idea de vigilancia, y con ello acabar la necesidad de policía, ya en Minneapolis el consejo de la ciudad tomó la decisión de desmantelar y abolir la policía a largo plazo. Aun no es nítido cuáles son los pasos que tomarán para seguir esta decisión, pero se asegura que buscarán un modelo de seguridad distinta y que esto se discutirá con la comunidad. Frente a esto, el presidente Trump twitteó: “La ley y el orden, no desfinanciar ni abolir la policía. Los radicales izquierdistas demócratas se han vuelto locos”.

El tiempo dirá si dicho desmantelamiento en Minneapolis se hace realidad; por ahora, es suficiente con documentar que una petición que hasta hace pocas décadas parecía imposible hoy se discute gracias a la presión popular. Las premisas de dicho movimiento pueden ser igual de válidas para aquellos territorios que se atrevan a soñar con otras formas de garantizar la seguridad: desarmar, desmontar, abolir… solidarizarse.

Galería de imágenes de los hechos recientes en Minneapolis

A continuación compartimos una galería fotográfica recogida por Bruno Federico; él es un cineasta, camarógrafo y reportero que ha vivido muchos años en América Latina y recientemente se mudó a trabajar en los Estados Unidos. Para más información pueden visitar su página: https://brunofederico.com/

 
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Las FARC lo acaban de dejar nítido: el futuro de la izquierda colombiana depende de enfrentarse al militarismo

Luego que volvieran a las armas importantes comandantes de la guerrilla colombiana, es un buen momento para hablar sobre el militarismo que tratan de reivindicar y las perspectivas a futuro dentro de la izquierda en ese país.

Oscar Vargas

Una de las reflexiones más importantes que deja el proceso de desmovilización de las FARC, y el rearme de algunos de sus más importantes líderes, tiene que ver con las formas que la izquierda utiliza para enfrentar al capitalismo, entre otras de las estructuras de dominación que oprimen. Gracias al actuar de esta organización armada, se ha podido entender que el futuro de la izquierda está determinado por las formas en que se organiza y no solo en sus objetivos. Y esto es así porque representa  como una parte de la izquierda se ha construido históricamente: defendiendo la constitución de ejércitos para tomarse el poder del Estado o usándolos para mantenerse en él.

Y que no se malentienda, no tiene nada que ver con el uso o no en general de la violencia, esa es otra discusión que amerita  su espacio aparte. Tiene que ver con el crear estructuras profundamente desiguales, que concentran el poder en muy pocas manos y exigen la lealtad a sus afiliados y la obediencia de las comunidades en que operan. Estas estructuras jerárquicas de carácter permanente, que además controlan comunidades por  ser la autoridad armada, tienden a construir unos liderazgos que se enquistan con el tiempo y que les permiten ejercer una influencia para lograr sus intereses individuales, sin necesariamente estar en relación con los ideales que defienden.

En parte esto es resultado de no cuestionar los medios que se utilizan para conseguir los fines, práctica extendida entre la izquierda global durante el siglo XX; en distintos escenarios se ha defendido la idea que primero debe ganarse las guerras, a costa de lo que sea,  porque al final se podrá hacer la revolución. En esta práctica, los ejércitos terminan siendo un mal necesario que, a pesar de las atrocidades y desaciertos de sus comandantes, conducen al bien deseado de la sociedad igualitaria. Sin embargo, gracias al socialismo del siglo XX como el del XXI, se ha demostrado que los ejércitos que llegaron al poder se convirtieron en las nuevas clases dominantes de los territorios, sumidos en la misma lógica estatal que combatieron. Los ejércitos que lucharon por la libertad se transformaron en los partidos que dominaron de forma paternalista por décadas: el gran líder o el sabio partido siempre entendía lo que sus súbditos necesitaban.

En los casos que no lograron vencer a su contrincante, los ejércitos guerrilleros se convirtieron en un poder local en medio de la permanente confrontación con sus enemigos. En esta confrontación todos los actores armados, fueran de derecha o izquierda, colocaron a la población bajo un confinamiento permanente, el disciplinamiento de los cuerpos y el control total de las actividades públicas. Allí la guerra suplantó completamente la revolución y en medio de las balas el color de la ideología de los muertos daba igual: murieron sin sentido seres humanos. Aunque se cubra de sacrificio, la muerte de esas personas dejó proyectos sin realizar, familias incompletas, esperanzas sin futuro… no hay sacrificio que justifique eso.  

Esto permite plantear que la transformación de la sociedad capitalista no puede hacerse mediante la construcción de estructuras desiguales para tomar decisiones, porque estas estructuras terminarán convirtiéndose posteriormente en los sistemas políticos de las sociedades supuestamente liberadas. Hay suficientes ejemplos en la historia de cómo ha salido mal, pero el más cercano es el ejemplo de la guerra colombiana: 50 años dejando comunidades absolutamente fracturadas y con sus proyectos colectivos limitados casi por completo; el control militar de las vidas aún sigue siendo la tragedia que tienen que vivir miles de personas alrededor del país.

Lo más complicado es que Colombia ha sido uno de los laboratorios más intensos de este militarismo guerrillero revolucionario: más de 30 organizaciones de este tipo han existido, las cuales han confrontado además del ejército oficial a varios otros ejércitos paramilitares. La cultura política de la izquierda y de la derecha ha cimentado la idea que esta es, si no la única, la mejor forma de materializar sus proyectos políticos. Esta realidad ha limitado profundamente la creatividad política, caricaturizando e infantilizando las otras formas de hacer. Sin embargo, la resistencia de las comunidades a lo largo del país ha demostrado que  otras formas políticas son posibles y que el organizarse en ejércitos no es ni la única ni la mejor estrategia. Organizaciones indígenas, campesinas, estudiantiles, feministas, barriales… distintas experiencias han intentado desligarse de las jerarquías armadas y construir sus propias utopías desarmadas.

Tampoco puede idealizarse a las comunidades organizadas por el ser oprimidas, ya que dentro de sí aún abunda el machismo y el neocolonialismo en su forma de actuar. Lo que sí se puede es potenciar, visibilizando y reproduciendo, todas aquellas formas no militaristas en que la gente construye su realidad y desde la práctica, sin tanta retórica discursiva, le dice no a la guerra. Cincuenta años de militarismo en la izquierda han llegado a su punto más débil hoy cuando, luego de ser derrotadas militarmente y traicionadas políticamente, las FARC demuestran que otras formas de hacer política son urgentes dentro de la izquierda revolucionaria.  El futuro de la izquierda debe girar al antimilitarismo, como apuesta ideológica y práctica, iniciativa que merece tener mayor protagonismo en los años por venir.