“Cuando se tiene un dato que solo le interesa a un círculo pequeño, se lo pueden guardar hasta tener ajustado hasta el más mínimo detalle y se lo canaliza por medios para ese pequeño círculo. Pero cuando uno demuestra hechos que pueden tener impacto en la salud pública, es obligación darle una difusión urgente y masiva.”

Dr. Andrés Carrasco

EDITORIAL

Los últimos meses, en el contexto de Covid-19, los medios de comunicación hegemónicos han hablado de una vuelta a la normalidad y más allá de los diversos discursos que plantean la crisis económica como la principal preocupación a nivel global, no se pudo esconder la centralidad del debate ecológico relacionado a la pandemia.

La destrucción de la biodiversidad y las formas de producción y consumo dominantes han sido criticadas, aunque entre los discursos y las prácticas haya una distancia importante: poco se ha hecho desde los Estados para efectivamente dar un paso hacia un cambio de paradigma que ponga la preservación de la vida y de la salud —de las personas y los ecosistemas— por encima de las ganancias concentradas en un puñado de empresas que dominan el sistema de producción, consumo y distribución de las mercancías comestibles.

Esta mirada economicista que plantea el caos, en el caso que no se vuelva al crecimiento económico y a altos niveles de consumo, es un frágil correlato con la realidad concreta.  Como si esta fuera la única forma de salirse de la crisis. El desmonte ambiental y la producción de carne a través del confinamiento de animales es la principal causa de la crisis sanitaria que nos enfrentamos en este momento histórico. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), un 75% de las nuevas enfermedades infecciosas que afectan a los seres humanos son zoonóticas.

Mientras tanto, el planteamiento de gobiernos y medios masivos de comunicación es que hay que volver a la productividad sin hacer ninguna crítica hacia el modelo productivo, de hecho lo que se nota es que la deforestación para la producción de carne aumentó durante la pandemia. No se tiene en cuenta las evidencias que demuestran la incompatibilidad entre esta “normalidad” y el sostenimiento de la vida.

Este discurso único, en gran parte promovido por las empresas que no quieren ver sus negocios afectados, es nocivo y perverso; no obstante, las voces disonantes no dejan de presentar los riesgos y las consecuencias de esta influencia  que hace  que las personas consuman enfermedades comestibles.

No son pocas las iniciativas y les periodistas que están dando la batalla narrativa, para que se de a conocer cómo las poblaciones están siendo sometidas a una dictadura alimentaria que ha destruido su salud, su bienestar y que ha contribuido de forma importante para el actual escenario de colapso ambiental al que se enfrenta la humanidad.

Entre las destacadas voces del periodismo que hacen un trabajo de investigación sólido y comprometido, sobre la temática de la alimentación desde una mirada holística, está la periodista argentina Soledad Barruti quién ha podido, incluso,  romper con las barreras mediáticas. Sus dos libros —best sellers editados por la editoral Planeta— “Malcomidos” y “Mala Leche” son un aporte imprescindible para el debate sobre la industria alimentaria en la sociedad civil. A pesar de los innumerables intentos de deslegitimación de su trabajo, Barruti sigue construyendo canales de  información y diálogo para alertar a las poblaciones de los riesgos del consumo de comestibles ultra procesados.

El último 30 de junio, Barruti anunció el lanzamiento del portal electrónico “Bocado”, una iniciativa de cronistas, comunicadores y reporteros de América Latina que busca juntar las voces del periodismo alimentario y hacer llegar información a más personas y colectivos.

“Información veraz, sensible y profunda para construir una realidad más justa, democrática y diversa”, es como se presenta el periódico. Al pensar cómo no volver a la normalidad, “Bocado” surge en una hora buena. Son las distintas formas de pensar acerca del mundo que pueden construir otras realidades y desde Virginia Bolten preguntamos: ¿no son estas herramientas las necesarias para la acción?