Gonzalo Bravo Neira

En el mes de agosto se endurecieron las acciones militares por parte del Estado para recuperar la propiedad privada de empresas de producción de azúcar, quienes insisten en desplazar a los poseedores legítimos pertenecientes al pueblo Nasa. Esta situación ha empeorado la semana pasada cuando el ejército, escoltando a policía antimotines que desalojaban a la comunidad, asesinó a un comunero y a un comunicador de esa comunidad.

Los homicidios se han encubierto impunemente luego que el ejército, en vez de reconocer su responsabilidad, afirmara en un comunicado el 13 de agosto que hubo disparos pero en medio de un enfrentamiento con guerrillas y que “las comunidades son instrumentalizadas por grupos al margen de la ley”. Dicha impunidad es la misma que ha encubierto ya por décadas el asesinato de hombres y mujeres defensores de sus tierras, recordados por los Nasa así: “los veinte de El Nilo… los trece de Gualanday… los ocho de San Pedro…” y muchos más asesinados de forma individual por actores legales e ilegales en medio del conflicto armado colombiano.

Sin embargo, aunque la lucha por la tierra en este territorio puede remontarse a siglos, la disputa actual se dibuja asociada a la presencia de la producción de caña realizada por la empresa Incauca; esta empresa, integrante del conglomerado del cuarto hombre más rico de Colombia, acumula miles de hectáreas en los territorios ancestrales de los nasas. Dichas tierras están en el valle más fértil de la región, mientras que a la comunidad indígena se le ha confinado a partes altas e improductivas del territorio. En medio de esta tensión el Estado ha demostrado su alineamiento con los terratenientes y no con la comunidad indígena; muestra de ello es el nombramiento de uno de los hijos del dueño de Incauca como embajador de Colombia frente al Reino Unido.

Por eso, desde el año 2005 el pueblo Nasa ha reactivado la retoma de posesión de sus territorios y la exigencia al gobierno colombiano de legalizar su propiedad. En cuanto toman las nuevas tierras de inmediato las ponen a producir, dándole una solución práctica a la incapacidad de acceso y la pobreza en que viven miles de personas de este pueblo. A este proceso de lucha territorial le han llamado el Proceso de Liberación de la Madre Tierra y a quienes participan en él Liberadores. Por eso los medios de comunicación propios anunciaron muy rápidamente con indignación el asesinato de los liberadores Johel rivera y José Avelardo Liz, de los que hablamos en este artículo.

Foto tomada durante la represión, claramente se ve a los tractores tras el francotirador. Foto del cabildo de Corinto

La arremetida violenta, que terminó en estas dos ejecuciones extrajudiciales, es el punto más alto de acciones que hace semanas iniciaron con el envenenamiento de ganado vacuno, la quema de cultivos y la detonación de artefactos explosivos en las cercanías de las tierras recuperadas. Entre la comunidad se sabía que algo más fuerte venía, y lo corroboraron cuando a su territorio llegaron escuadrones antimotines acompañados por tractores para arrasar las cosechas y custodiados por el ejército.

Frente a estas acciones han manifestado que no solo no se dejarán intimidar sino que “vamos a seguir liberando la Madre Tierra. Hoy nos dañaron estos cultivos, mañana florecerán muchos más. Mataron dos compañeros, miles nacerán. Recordamos las palabras de nuestro compañero Jhoel, asesinado por el estado colombiano hoy 13 de agosto de 2020: “Nosotros tenemos esa esperanza. Nuestra esperanza que tenemos: el agua, nuestra Madre Tierra, nuestros animalitos que queremos criar, ahí tenemos nuestro futuro, entonces tenemos que seguir adelante”.

Por lo pronto, los liberadores anuncian que mantienen la cuarta Marcha de la Comida, en donde llevan a algunas ciudades parte de las cosechas que producen en las tierras liberadas, esto con el objetivo de compartirla con las comunidades urbanas más empobrecidas. La anterior marcha la hicieron en medio del abastecimiento popular producido por las medias de confinamiento, llevando alimento en momentos que la pandemia del Coronavirus había agudizado el hambre en varios barrios populares de Cali. Con esta terquedad demuestran que en medio de la adversidad la salida más efectiva es la solidaridad.